No podía creer que aquel fuera a ser su final. Metida en aquella pequeña y estrecha caja sintiendo cómo la vida se le escapaba de entre las manos con cada sollozo, con cada grito de desesperación por que alguien la salvase, con cada respiración… Se quedaba sin aire, sin tiempo, y notaba cómo su cerebro comenzaba a embotarse por la falta de oxígeno.
¿Cómo había sido tan idiota? Era periodista y había hecho artículos relacionados con lo que a ella le acababa de pasar ¿Cómo no se dio cuenta de las señales? Demasiado bonito para ser verdad, demasiado ciega para ver que algo iba mal. Aunque quién iba a intuir nada de eso cuando un hombre apuesto y caballeroso se interesaba por ti. No tenía fotos en su perfil pero eso le había dado igual en cuanto él le había dado todo lo que ella deseaba.
Si instinto de supervivencia no iba a hacer que se rindiese tan fácilmente. Volvió a gritar y a golpear las paredes de madera de aquel cajón. Agotada dejó de patalear y comenzó a llorar sin consuelo. Olía a tierra mojada. Seguro que la había enterrado en algún sitio del que nunca conseguiría salir y donde nadie la encontraría. Había advertido a mucha gente y había sido tan idiota de no seguir sus propios consejos.
Había hecho todo lo que nunca se debe hacer. Hablar con un desconocido, contarle secretos de su vida que solo ella conocía, confiar en alguien que no confiaba en ella, quedar con un desconocido y no decírselo a nadie. Seguro que su madre se pensaba que estaba tranquilamente en casa comiendo palomitas mientras veía una de esas películas lacrimógenas que tanto le gustaban. No la echarían en falta hasta que fuese demasiado tarde.
Él había jugado con ella y se lo había advertido en varias conversaciones «me gusta jugar, la vida es un juego y si no tienes cuidado puedes perder», le dijo en varias ocasiones sin que sonasen todas las alarmas engatusada en una mentira. Ni siquiera el mal presentimiento que tuvo cuando la sonrió al conocerla la hizo huir. Una sonrisa que escondía algo y lo decía todo, iba a jugar con ella y si no tenía cuidado perdería la vida como estaba a punto de pasar.
Pensó en todos los halagos que la había regalado durante la cena preparando todo para que cuando dijera «Ven a mi casa» ella no pudiera hacer otra cosa que decir que sí ¿Quién iba a pensar que un hombre guapo, bien vestido, con un cuerpo de infarto fuera a convertirse en su verdugo?
A su mente llegaron los recuerdos de sus fuertes y viriles manos acariciando todo su cuerpo mientras besaba con furia sus labios despertando sus instintos más primitivos. Su cuerpo duro contra el suyo ardiendo, pidiendo compasión, su sexo húmedo deseando más, desconcierto después cuando él le pidió que se pusiera un extraño vestido de cuero y se tapara la boca. Luego todo se diluía en un frenesí de placer que jamás pensó que podía existir hasta que todo estalló como estallan los fuegos artificiales en un goce intenso que no la preparaba para lo que ocurriría a continuación. «Game over» le susurró al oído, provocando un profundo miedo en ella que se materializó cuando él la golpeó fuertemente contra el cabecero de la cama haciéndola perder la consciencia.
Iba a morir, ya apenas podía mantener los ojos abiertos. Tenía tanto sueño… Tal vez debía rendirse, dejarse llevar. «Game over»… Gritó a pleno pulmón gastando el poco oxígeno que quedaba allí dentro sintiendo ira y no miedo… «Game over».