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Sinopsis
Olga salva la vida de milagro tras ser agredida por el asesino de la red social. Después de esta traumática experiencia no volverá a ser la misma la venganza y la lujuria se convertirán en sus máximas.
Rick, un policía que lleva años siguiendo el rastro de este asesino verá una gran oportunidad en Olga para atraparlo al fin. Juntos tramarán un plan en el que Olga será la clave para llevarlo a una trampa que lo alejará para siempre de las calles. Sin embargo, Rick se verá también atrapado en una compleja telaraña de sexo, venganza y pasión en la que Olga le engatusará para llevar a cabo sus fines.
Una novela llena de sensualidad, misterio y verdades a medias que no te dejará indiferente.
Al fin una buena noticia llamaba a la puerta de su oficina. Hacía mucho tiempo que había dado aquel caso por perdido. Era más listo que todos ellos y lo había demostrado de todas las formas posibles. Pero nadie era perfecto y aquel error le iba a costar muy caro. Al fin todas aquellas víctimas, que lo observaban cada día acusadoras por no encontrar a su asesino desde el tablón de la pared, encontrarían la paz.
Se paseó pensativo por su despacho, ése que había sido como una amante exigente, pero la única que le había sido siempre fiel, la única que siempre había estado allí. Ahora tenía que pensar muy bien cómo llevar las cosas. De momento habían conseguido que el hospital y los medios colaborasen con ellos y difundieran a bombo y platillo que el asesino de la red había vuelto a actuar sumando una nueva víctima a su currículo.
De repente su mente volvió al hospital donde aquella valiente mujer le había narrado con pelos y señales todo lo ocurrido. Hoy hubiera sido uno de esos días en los que si hubiera tenido familia habrían celebrado lo cerca que estaba de resolver aquel maldito caso y meter a aquel desgraciado en un lugar donde nunca volvería a ver la luz del sol. En lugar de eso cenaría solo, como cada noche, y pensaría en aquella testigo. El asesino de la red no era tonto, siempre elegía a las más guapas y la prueba de ello eran las fotos del tablón de su despacho. Todas ellas habían sucumbido a sus encantos y habían pagado caro por ello. Recordó cómo la bata del hospital se ceñía sobre él cuerpo de la testigo…
Habían tenido mucha suerte en que ella fuera periodista, en cuanto le hubo contado el plan que querían llevar a cabo para cazar al asesino no dudó en llamar a su periódico y dar instrucciones para que todos creyeran que había muerto. Imágenes de la descripción que les había dado sobre el sexo desenfrenado que habían tenido antes de que intentase asesinarla invadieron su mente imaginando que era él quien le hacía todas esas cosas… El pantalón comenzó a molestarle a causa de la erección que había provocado al evocar aquellas imágenes.
Se sentó tras su mesa, si alguien entraba no quería que lo viesen así. Echó un vistazo a los papeles que descansaban sobre el escritorio y esbozó una triste sonrisa. Lo había perdido todo a causa de aquel caso pero al fin iba a resolverlo y tal vez fuese capaz de volver a tener una vida. No pensó para nada en su mujer y su hijo que vivían lejos y no querían saber nada de él. Los entendía, entendía que lo odiasen por todas las noches que habían tenido que cenar sin su presencia, por todos los actos importantes que se había perdido por su trabajo, por todas las noches que había dormido en otras camas.
Sacó su cartera y de ella la fotografía que le había hecho a la única testigo viva del asesino de la red que se hacía la muerta. No quería que nadie de la comisaría supiera que ella estaba viva, si quería que aquello saliese bien debían engañarlos a todos, además, desde hacía tiempo sospechaba que el asesino pudiera ser un policía. Observó la fotografía, incluso con aquella macabra pose era hermosa. Llamó a su secretaria y le pidió que hiciera una fotocopia de aquella fotografía para el tablón. «¿Otra más?» preguntó escandalizada. Si para aquel desgraciado todo aquello era un juego ahora iba a saber lo que era perder porque ahora quien ponía las reglas iba a ser él.
Odiaba aquel lugar con toda su alma. Le traía muy malos recuerdos, le horrorizaba el paisaje con aquellas piedras cinceladas que parecían burlarse de ella cada vez que pasaba por su lado recordándole a cada instante lo frágiles y delicados que éramos y lo corta que era nuestra estancia en este mundo.
Solo por él hacía aquello cada primer domingo de mes. Lo había querido tanto… Nada de aquello había sido justo. Si existía un Dios era un maldito bastardo que no hacía más que jugar con ellos. Siempre había sido muy devota, pero su fe había hecho aguas en los últimos tiempos, demasiados contratiempos, demasiado dolor como para mantenerla intacta.
Llegó a aquella maldita piedra que la recordaba que ahora estaba totalmente sola en aquel asqueroso y sucio mundo. «Raúl Borrajas Ruíz, por siempre en nuestros corazones», rezaba en la inscripción que odiaba más todavía. Allí, marchitas, estaban las rosas que había llevado el mes anterior ¿Para qué se molestaba? Él no iba a saber si le llevaba o no flores, pero le parecía inadecuado ir allí sin nada. Lo había hecho una vez y se había sentido totalmente observada en aquel vacío y tenebroso lugar. Miles de ojos invisibles la habían escrutado y juzgado por aquel atrevimiento, por lo que nunca volvió a aparecer por allí sin ninguna ofrenda en las manos.
Se arrodillo lentamente en la húmeda y fría tierra mientras una lágrima caía por su rostro. Lo había amado con toda su alma hasta el último día de su vida, en el que su alma se había ido también con él convirtiéndose en una mujer taciturna y antisocial que lo único que esperaba cada día era que llegase su hora para reunirse con él donde quiera que estuviese.
Unos ruidos en una fosa abierta que estaba allí al lado llamaron su atención. Seguramente algún animalillo se había metido en aquel agujero y ahora no podía salir. Se lo diría después al sepulturero para que lo sacase y no muriera de hambre o sed.
Volvió a concentrarse en la lápida de su marido. Quitó las rosas marchitas y colocó un par de blancas y orgullosas orquídeas. Al hacerlo, el recuerdo de su boda golpeó su mente haciendo que se tambalease sobre las rodillas. Instintivamente levantó la mano y miró su alianza que aún brillaba impoluta. Habían tenido muy poco tiempo. La vida no había sido justa con ellos, les había arrebatado las ilusiones y las esperanzas de un plumazo en solo unos años.
De nuevo un ruido en el agujero donde debía estar el pobre animal atrapado llamó su atención. Miró hacia el lugar en el que se encontraba la caseta en la que solía estar el sepulturero. Se levantó dispuesta a pedirle que mirase qué había en aquella fosa cuando la curiosidad la paró en seco. Sonaba… sonaban como golpes amortiguados y débiles sonidos agudos que no era capaz de identificar. Dio la vuelta sobre sus pies y fue a asomarse al interior del agujero. Al ver lo que había dentro el horror le hizo dar un pequeño grito que despertó a algunos oscuros y alados habitantes de aquel maldito lugar que haciendo un escandaloso ruido de batir de alas salieron huyendo.
Un blanco ataúd de madera descansaba en el fondo y era de dentro del mismo de donde salían aquellos extraños sonidos. Aterrorizada, corrió a la caseta del sepulturero. Ambos fueron a toda prisa hacia allí. El hombre bajó hasta la caja sintiendo como si el corazón fuese a escaparse de su pecho y justo cuando sus manos acariciaban la madera del cajón para abrirlo un horrible y desgarrador grito salió del interior rasgando de nuevo el silencio del camposanto.
No podía creer que aquel fuera a ser su final. Metida en aquella pequeña y estrecha caja sintiendo cómo la vida se le escapaba de entre las manos con cada sollozo, con cada grito de desesperación por que alguien la salvase, con cada respiración… Se quedaba sin aire, sin tiempo, y notaba cómo su cerebro comenzaba a embotarse por la falta de oxígeno.
¿Cómo había sido tan idiota? Era periodista y había hecho artículos relacionados con lo que a ella le acababa de pasar ¿Cómo no se dio cuenta de las señales? Demasiado bonito para ser verdad, demasiado ciega para ver que algo iba mal. Aunque quién iba a intuir nada de eso cuando un hombre apuesto y caballeroso se interesaba por ti. No tenía fotos en su perfil pero eso le había dado igual en cuanto él le había dado todo lo que ella deseaba.
Si instinto de supervivencia no iba a hacer que se rindiese tan fácilmente. Volvió a gritar y a golpear las paredes de madera de aquel cajón. Agotada dejó de patalear y comenzó a llorar sin consuelo. Olía a tierra mojada. Seguro que la había enterrado en algún sitio del que nunca conseguiría salir y donde nadie la encontraría. Había advertido a mucha gente y había sido tan idiota de no seguir sus propios consejos.
Había hecho todo lo que nunca se debe hacer. Hablar con un desconocido, contarle secretos de su vida que solo ella conocía, confiar en alguien que no confiaba en ella, quedar con un desconocido y no decírselo a nadie. Seguro que su madre se pensaba que estaba tranquilamente en casa comiendo palomitas mientras veía una de esas películas lacrimógenas que tanto le gustaban. No la echarían en falta hasta que fuese demasiado tarde.
Él había jugado con ella y se lo había advertido en varias conversaciones «me gusta jugar, la vida es un juego y si no tienes cuidado puedes perder», le dijo en varias ocasiones sin que sonasen todas las alarmas engatusada en una mentira. Ni siquiera el mal presentimiento que tuvo cuando la sonrió al conocerla la hizo huir. Una sonrisa que escondía algo y lo decía todo, iba a jugar con ella y si no tenía cuidado perdería la vida como estaba a punto de pasar.
Pensó en todos los halagos que la había regalado durante la cena preparando todo para que cuando dijera «Ven a mi casa» ella no pudiera hacer otra cosa que decir que sí ¿Quién iba a pensar que un hombre guapo, bien vestido, con un cuerpo de infarto fuera a convertirse en su verdugo?
A su mente llegaron los recuerdos de sus fuertes y viriles manos acariciando todo su cuerpo mientras besaba con furia sus labios despertando sus instintos más primitivos. Su cuerpo duro contra el suyo ardiendo, pidiendo compasión, su sexo húmedo deseando más, desconcierto después cuando él le pidió que se pusiera un extraño vestido de cuero y se tapara la boca. Luego todo se diluía en un frenesí de placer que jamás pensó que podía existir hasta que todo estalló como estallan los fuegos artificiales en un goce intenso que no la preparaba para lo que ocurriría a continuación. «Game over» le susurró al oído, provocando un profundo miedo en ella que se materializó cuando él la golpeó fuertemente contra el cabecero de la cama haciéndola perder la consciencia.
Iba a morir, ya apenas podía mantener los ojos abiertos. Tenía tanto sueño… Tal vez debía rendirse, dejarse llevar. «Game over»… Gritó a pleno pulmón gastando el poco oxígeno que quedaba allí dentro sintiendo ira y no miedo… «Game over».
“Despertar” de Guadalupe Rodríguez Sosa
Editado por Ediciones Alternativas
Mª Guadalupe Rodríguez Sosa es una escritora palmera aficionada a la literatura desde una edad muy temprana. Comenzó a escribir sus primeros poemas en 1988 y en 1999 ganó el Primer Premio en el Certamen de Poesía de las Fiestas de San Miguel de la Villa y Puerto de Tazacorte, con el poema de temática social “Súplica”. En 2004 consigue el Segundo premio en el mismo certamen con el poema “Negro Oscuro” que trata sobre violencia de género. También ha realizado colaboraciones en programas de radio y televisión, así como en festivales benéficos, desde donde dio a conocer algunos de sus poemas. En 2006 publicó su primer poemario “Despertar” del que hablaré a continuación.
Bueno no soy muy aficionada a la poesía y hacía años que no cogía en mis manos un poemario así que espero reseñarlo lo mejor posible ya que poco tiene que ver con reseñar una novela.
Lo primero que me gustaría decir sobre este poemario es que es muy fácil de leer, su simpleza lo hace muy bello, es capaz de transmitir un sinfín de sentimientos y emociones sin tener que recurrir a complicadas figuras retóricas o a vocablos de difícil comprensión.
En segundo lugar cada uno de estos poemas trata temas que están muy a la orden del día, no se limita solo a poemas de amor sino que la mayoría tiene una trascendencia social. Tal es así que nos encontramos con poemas como “Negro oscuro” que como he dicho antes trata sobre la violencia de género, “Paraíso perdido”, que trata sobre la inmigración, al igual que “Sin sentido” en el que, de una hermosa manera, expresa cómo por culpa de las guerras muchas personas son desterradas a otras tierras en las que, además, tienen que sufrir el ser despreciados.
El poemario está dividido en cuatro partes y en cada una de ellas desarrolla poemas de diferentes temáticas en la primera parte están todos los de trasfondo social. En la segunda hay tres poemas dedicados uno a su madre, otro a su hija y el último a una buena amiga. En la tercera parte están todos los poemas de amor y desamor de los que me gustaría destacar “Nada” y “Poesía eres tú” este último a mi parecer es un pequeño guiño a Gustavo Adolfo Bécquer y ambos preciosas declaraciones de amor. Por último, en la cuarta parte titulada “Para el niño/a que todos/as llevamos dentro” hay dos poemas que dejan muy buen sabor de boca para terminar llenando el corazón del lector de esperanza y alegría.
Hacía mucho que no leía un poemario y me alegro mucho de que haya sido este el primero después de tanto tiempo, pues me ha recordado aquellos tiempos en los que no hacía más que leer a Neruda, Bécquer, Lorca… y disfrutaba con sus versos. Os lo recomiendo, no os dejará indiferentes.